Como todo final de año, es bueno hacer recuentos, pero como no ando muy arriba, diré que fue un año jódidamente cabrón, lleno de trabajo, llantos, subidas de peso, bajadas de peso, ojeras, lecturas, rabias y demases. Año y la putamadre
Pero, todo eso malo se va al aparecer en mi vida ese hombre capaz de hacerme sentir plena, tranquila, serena. Ese hombre que hizo que muchas sonrisas aparecieran en mi cara, que muchas lágrimas de felicidad cayeran por mis mejillas y que muchos juegos de niños surgieran entre las horas, los días y las horas.
Lo mejor de este año fueron esos cafés reposados, entre largas conversaciones. Esa salida al cine casi aterradora y fantástica que hizo que la mano de ese caballero se entrelazara por primera vez con la mía. Las lágrimas por el final de esa triste y pésima película.
Las ansias de dar esos abrazos reprimidos, de correr y que tu me eleves entre esos brazos que me desprenden del suelo (obviamente) pero que también me desprenden del pasado horrendo, de la tristeza, de la oscuridad de los días.
La emoción que me da el contar con usted señor, es inmensa
Y este año que comienza será el mejor, porque se que me acompaña la persona indicada.
Señor Ignacio Silva, usted definitivamente... es el mejor.